México tiene miedo a otro temblor y la crisis económica que viene en camino.
Después del temblor, Liliana, de Puebla, volvió a su casa para encontrar todas sus pertenencias en el suelo. Liliana tuvo suerte por muchas razones. Puebla, epicentro del terremoto del 19 de septiembre su casa, que está en un quinto piso y del que bajó apresurada por las escaleras, no sufrió daños graves.
Muchos todavía viven la pesadilla, sobre todo porque no pudieron salvar nada de los edificios que a simple vista se ven bien, pero cuyos daños estructurales hacen que estén siendo demolidos uno por uno en un meticuloso trabajo.
“Me siento un poquito mal porque estuvieron bajando cosas. Y vimos cómo las aventaban por la ventana. Se sintió muy feo, tanto que cuidábamos nuestras cosas. Incluso pedimos que nos dieran un niño Dios, pero no quisieron”, cuenta Magdalena, la propietaria de un apartamento en CDMX, su casa quedó inhabitable después del sismo. La Protección Civil, que coordinaba la demolición, le dio al esposo de Hernández cinco minutos para que entrara y recatara lo que pudiera antes derrumbar el edificio. “Como estaba lleno de polvo casi, no sacamos nada”, dijo el hombre con resignación.
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Miles de niños
Todavía hoy siguen durmiendo en las calles o en albergues. A comienzos de octubre se estimaba que 5,3 millones de menores no habían podido regresas a sus escuelas y que 2.254 centros educativos habrían quedado destruidos por los terremotos.
Antes del 19 de septiembre, México ya había sufrido un fuerte movimiento telúrico en Juchitlán, al sur. Ese también se sintió en el Distrito Federal, como también lo haría una potente réplica el sábado 23 de septiembre en la mañana. “¿Quién puede volver a dormir después de tres terremotos?”, muchos de los sobrevivientes piensan de esta manera.
“Aquí siempre suenan muchas ambulancias, pero ahora con cualquier sonido como que te timbras. Ya no trabajo con audífonos”, dice Gómez quien, como muchos otros habitantes de la ciudad mexicana, volvía a vivir el terremoto cuando lograba conciliar el sueño y quien también, como tantos otros, encontró alivio entre las brigadas de psicólogos voluntarios que les han brindado asistencia gratuita a los sobrevivientes. “Te dicen que debes estar alerta pero no hay que llevarlo al extremo de no dejar dormir”, cuenta Patricia, estudiante del DF.
“Aún se siente la tristeza, pero también las ganas de ayudar”, dice desde Puebla la maestra Irurita, que además celebra la solidaridad de las personas que se volcaron a las calles para buscar la forma de ayudar a los damnificados. “México es muy unido y se ha notado”.
La Economía
Igual que el terremoto del 1985, el del 19 de septiembre, México se sumió en una dura crisis económica. En en 1985, el país había adquirido una monumental deuda pública con la promesa de pagarla con las ganancias petroleras. Al terremoto se sumó la caída en el precio del crudo y llegó una fuerte recesión.
Hoy parece ser diferente. Las cifras no son exactas de cuántas personas perdieron sus hogares, pero está claro que la demanda excesiva ha hecho que un mes de arrendamiento ronde los US$1.600. Por otro lado, están las pequeñas empresas, el fantasma del desempleo y las fallas en la infraestructura. “Vamos para el mes sin trabajo. No hay paso, no hay ventas, la gente tiene que buscar la manera de circular. Y aquí está cerrado desde el sismo”, comenta Rosa, de tener 15 clientes ahora tiene 2.
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